Shere Hite.- Una mujer me escribe sobre su relación estable, para decir que el sexo se ha vuelto monótono, que quiere hacer cambios: pero ¿cómo? Para empezar no se le ocurre cómo excitar a su marido sin que haya penetración.
Escribe: "Soy una mujer de 35 años, él tiene 42, y desde hace 13 comparto mi vida con él. Ahora, nuestras relaciones sexuales están cayendo, por mi culpa, en la monotonía y no quisiera perderlo por esto.
"Veo que él ha aprendido a darme el placer que necesito, pero yo no le correspondo del mismo modo. Al principio había mucha excitación y mucha pasión cuando estábamos en la cama... Luego eso se acabó. Entonces él cambió su forma de hacerme el amor y simplemente le sigo... Pero llega el momento de que yo innove y no sé cómo hacerlo. No sé cómo excitarle si no es dirigiendo todo hacia la penetración".
Es un sentimiento legítimo. Es una pregunta sincera de una mujer que afronta con realismo sus sentimientos y sus costumbres; no existe ninguna solución automática, porque todos y cada uno estamos intentando transformar la sexualidad de forma individual, sin ninguna guía, y es lo que hace que todos nuestros cambios sean tan interesantes.
Está bien que ella haya sido capaz de expresar el dilema con palabras y señalar que no encuentra otra manera de practicar el sexo que la penetración o el coito, una especie de dependencia de la penetración como solución erótica. El hecho de ofrecerse para que su marido la penetre es su forma fundamental de construir una relación sexual con él, su fórmula sexual, como si dijéramos (una contribución real, por cierto, pero que la mayoría de los hombres dan por descontada en la mujer, que no consideran algo que ella les ofrece, sino a lo que le obliga su naturaleza).
¿Cómo podemos resolver este dilema las mujeres? ¿Cuál es el auténtico dilema? Si las mujeres descubren que otras actividades constituyen más fuentes de erotismo que el coito (cosa que también puede ocurrirle a muchos hombres), ¿cómo puede redefinir el sexo la mujer? Aunque sepa lo que le da placer y lo que le excita, ¿cómo hacer participar al hombre en ese nuestro modelo erótico? ¿Y cuál sería dicho modelo? La lectora ha puesto el dedo en la llaga del problema con su inteligente observación.
Escribe: "Soy una mujer de 35 años, él tiene 42, y desde hace 13 comparto mi vida con él. Ahora, nuestras relaciones sexuales están cayendo, por mi culpa, en la monotonía y no quisiera perderlo por esto.
"Veo que él ha aprendido a darme el placer que necesito, pero yo no le correspondo del mismo modo. Al principio había mucha excitación y mucha pasión cuando estábamos en la cama... Luego eso se acabó. Entonces él cambió su forma de hacerme el amor y simplemente le sigo... Pero llega el momento de que yo innove y no sé cómo hacerlo. No sé cómo excitarle si no es dirigiendo todo hacia la penetración".
Es un sentimiento legítimo. Es una pregunta sincera de una mujer que afronta con realismo sus sentimientos y sus costumbres; no existe ninguna solución automática, porque todos y cada uno estamos intentando transformar la sexualidad de forma individual, sin ninguna guía, y es lo que hace que todos nuestros cambios sean tan interesantes.
Está bien que ella haya sido capaz de expresar el dilema con palabras y señalar que no encuentra otra manera de practicar el sexo que la penetración o el coito, una especie de dependencia de la penetración como solución erótica. El hecho de ofrecerse para que su marido la penetre es su forma fundamental de construir una relación sexual con él, su fórmula sexual, como si dijéramos (una contribución real, por cierto, pero que la mayoría de los hombres dan por descontada en la mujer, que no consideran algo que ella les ofrece, sino a lo que le obliga su naturaleza).
¿Cómo podemos resolver este dilema las mujeres? ¿Cuál es el auténtico dilema? Si las mujeres descubren que otras actividades constituyen más fuentes de erotismo que el coito (cosa que también puede ocurrirle a muchos hombres), ¿cómo puede redefinir el sexo la mujer? Aunque sepa lo que le da placer y lo que le excita, ¿cómo hacer participar al hombre en ese nuestro modelo erótico? ¿Y cuál sería dicho modelo? La lectora ha puesto el dedo en la llaga del problema con su inteligente observación.
Por supuesto, algunos hombres no quieren elaborar un tipo alternativo de sexualidad que no se centre en el coito (otros sí), de forma que gran parte de este dilema depende de la mente del hombre. Además, aunque el varón proporcione a su pareja estimulación manual u oral para conseguir que ella tenga un orgasmo antes o después del coito -cosa que está muy bien-, con eso no evitará caer en la fórmula y sus presiones.
He aquí una sugerencia: intenten empezar a considerar que lo mejor del sexo es crear un estado con gran descarga de erotismo y excitación, no la penetración. Intenten que el objetivo del sexo sea el hecho de estar completamente excitados, no el acto. Creer que todo lo que no sea el acto es menos importante, o secundario, impide abrir un campo más vasto para las relaciones.
Los fuertes sentimientos eróticos del deseo afectan la base de una relación, hacen que la persona se sienta renacida y llena de energía, dispuesta a querer al mundo y a todos sus habitantes, capaz de subir a las montañas más altas. Ese erotismo y esa alegría suelen aparecer cuando la persona se entrega, se muestra vulnerable y abierta, con lo que hace que el sexo deje de ser una fórmula predecible y lo convierte en una búsqueda mutua, un juego que hace más intensa la comunicación física sin palabras, y crea el deseo.
He aquí una sugerencia: intenten empezar a considerar que lo mejor del sexo es crear un estado con gran descarga de erotismo y excitación, no la penetración. Intenten que el objetivo del sexo sea el hecho de estar completamente excitados, no el acto. Creer que todo lo que no sea el acto es menos importante, o secundario, impide abrir un campo más vasto para las relaciones.
Los fuertes sentimientos eróticos del deseo afectan la base de una relación, hacen que la persona se sienta renacida y llena de energía, dispuesta a querer al mundo y a todos sus habitantes, capaz de subir a las montañas más altas. Ese erotismo y esa alegría suelen aparecer cuando la persona se entrega, se muestra vulnerable y abierta, con lo que hace que el sexo deje de ser una fórmula predecible y lo convierte en una búsqueda mutua, un juego que hace más intensa la comunicación física sin palabras, y crea el deseo.
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